Hasta ahorita hemos considerado lo que la Escritura nos enseña: que solamente hay una iglesia y que esa iglesia fue edificada, no sobre Pedro, sino sobre nuestro Señor Jesucristo. En esta ocasión estaremos hablando del nombre con que se debe de identificar esa iglesia. Alguna ves te haz preguntado: ¿Por qué nos llamamos: “La iglesia de Cristo”? (énfasis añadido) Ponemos ese título en nuestros letreros, no porque sea nuestro nombre, como si fuéramos una denominación, sino porque realmente somos la iglesia de Cristo. Cuando el apóstol Pablo le envió saludos a los hermanos de algunas congregaciones que él había iniciado, les dijo en Romanos 16:16: “Os saludan todas las iglesias de Cristo”. (énfasis añadido) La iglesia debe de identificarse con el nombre de Cristo porque Él la compró con Su propia sangre (Hechos 20:28). Cuando fuimos añadidos al Cuerpo de Cristo, nos convertimos en Su esposa (Efesios 5:25-32). Cuando una mujer se casa con su marido, ahora es de su marido. Cuando mi madre contrajo matrimonio con mi padre, vino a conocerse como: de Luna. Si nos casamos con Cristo, lo correcto es que seamos de Cristo. Si decimos que nos unimos a Cristo y somos: Bautistas, Pentecostales, Católicos, Testigos de Jehová, Mormones, etc. Entonces no pertenecemos a Cristo. Imagínese si mi madre hubiera dicho: me llamo María de Rodríguez. ¿Cómo creen ustedes que se hubiera sentido mi Padre? No le hubiera gustado en lo mas mínimo. ¿Cómo creen ustedes que el Señor se siente cuando no llevamos Su nombre? Recordemos que Él mismo dijo en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. (énfasis añadido) Dijo Pedro en Hechos 4:12: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (énfasis añadido) La manera en que nosotros nos identificamos ante el mundo es muy importante. Si la iglesia a la que tu asistes no lleva el nombre de Cristo, más que probable no es la iglesia por la cual Cristo murió.